Arquitectura Pública Monumental en ONOBA AESTVARIA - Nivel II: Otras Construcciones

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Acueductos

Respecto del acueducto que abastecía a la ciudad, su magnificencia es recogida por todos los eruditos de la ilustración: 117. El primero es un Aqueducto subterraneo, que celebra Caro, que lo registrò por mui antiguo, y que en su tiempo daba abundante agua; pero oy haviendo hecho vicio la obra, ha lastimado la Cañeria, que contiene la boveda y en especial en años secos padece el Pueblo mucha escasez. Es obra mui perfecta, y dà indicios de ser de Romanos, pues sabemos la habilidad, que tuvieron en minar los Montes, y la Cañeria es una grande y espaciosa mina, que taladra mui altos Cerros, sin saberse el manantial de donde conduce el agua. (Barco y Gasca, 1755, Cap IX, Pag 77-78) De obras no ay otra, que tenga el character de las Romanas, que el Aqueducto antiguo, que venìa por Conquero, cuyas ruìnas se ven aun en la Hacienda, que allì tienen los Reverendos Padres Victorios.. (Mora Negro, 1762, Cap II, Fol, 28) “… La otra insigne Obra publica de esta Villa, aunque yà sin vso, es aquel antiguo Aqueducto, cuyas ruinas, indice de las magnificencia Romana, se registra aùn, que penetrando profunda y costosissimamente los Cerros de Conquero, tomaba el agua en bastante copia, para abastecer el Pueblo de manantiales, que oy se ignoran, y la conducìa à vn capacissimo deposito, que llamaban la Alcubilla, de donde se proveìa la Fuente de la Plaza de San Pedro, vn largo Pilar, bebedero de Bestias, y aun sobraba agua, para Surtir otra Fuente, que diximos estàr en la calle de Palacio, y llamaban Fuente nueva..” (Mora Negro, 1762, Cap XI, Fol, 147-148) “.. Entre sus antiguos famosos edificios debe tener honorífico lugar el célebre aqueducto que abastese a este pueblo de aguas. Su arquitectura es tosca, prolija, firme y muy costosa. Es subterráneo; penetra por las entrañas de unos cerros, profundisándose más de treinta varas o sesenta codos; su latura es de más de sinco codos; su ancho poco más de tres codos en limpio; el pavimento, por donde corren las aguas con declivio de una y otra parte hacia los medios, de losas bastas de tierra bien cocidas y solidadas; sus muros cerrados por arriba en bóbeda de ladrillo de admirable solidez hecho y dispuesto de modo que, sin auxilio de mescla, zulaque ni otro invento, él por sí mismo hace su asiento, cerrando por todos los lados con tanta seguridad y firmeza como lo acredita su permanencia inmemorial. En lo interior se enquentran varios arcos a uno y otro lado enteramente ciegos, que, siendo sus portadas de igual construcción, aparentan eran ramas por donde se enriquecía la cañería principal, observándose siempre el mismo primor en la obra y, en partes, descanso para las aguas, formando una pieza de algo más de dos varas de ancho, a continuacióndel que tiene en sí la cañería, lo que no ha podido ser del todo registrada por varios impedimentos físicos que prohíben el tránsito hasta su origen.”. (Moreno, 1786 en Lara Ródenas, 1998) A pesar de que este acueducto había perdido su funcionalidad ya en el siglo XVIII como se deduce de las noticias de J. del Barco o J.A. Mora, -incluso un viajero inglés, R. Ford comenta en 1846 como éste estaba siendo demolido para utilizar el material en construcciones modernas- aun a fines del siglo XIX se hacían evidentes los restos de algunos de sus tramos bajo los cabezos, utilizados hasta hace relativamente poco tiempo como lugar de hábitat en sus zonas más bajas adyacentes por ejemplo a la actual Plaza de la Merced. La descripción de la obra más completa de fines de este siglo la proporciona Baldomero de Lorenzo y Leal (1883) según consta en la documentación conservada en el Archivo Díaz Hierro y recuperada por Gómez y Campos (2001) en su estudio sobre la arqueología de la ciudad onubense: ..Tiene la puerta practicable en la hacienda llamda Conquero próxima a esta población, propiedad en un tiempo del Convento de la Victoria….Dicha puerta tiene una escalera que desciende hasta el nivel de la corriente…. Su forma es abovedada, construida en ladrillos cuneiformes y toda ella en seco o sin cemento, para facilitar la filtración de las aguas entre los ladrillos … Su altura es, al principio, como de dos varas y media pero esa altura va deprimiéndose, a medida que avanza, en dirección al Santuario de Ntra Sra de la Cinta… Esta galería principal se bifurca en algunos sitios, para buscar, en las cañadas que forman las ondulaciones del terreno, nuevos cauces de filtración….Estas aguas llegaban a la población por un conducto formado de atanores, baciéndose en el depósito, ó caja central, construida en el sótano del edificio del pósito, situado dicho sótano en la calle de la Fuente, que de aquí toma su nombre, esquina de la plaza de San Pedro… De este depósito partía un caño que surtía al Convento de Religiosas Agustinas de esta ciudad, y al vecindario en la fuente pública, situada en la antigua plaza de San Juan, hoy de las Monjas… En tiempos más antiguos, otro ramal surtía un depósito que exitió en la calle Palacio, y en la misma época otro caño llegaba hasta la Merced, desde el sitio de la Angorilla, en cuyo lugar todavía se conserva un registro de la cañería… Sus aguas, impregnadas de sustancias alcalinas y magnesianas, obstruyen con facilidad la cañería y, de tiempo en tiempo, se hace necesario limpiar sus sedimentos vulgarmente conocidos por agua cuajada…. De lo visto hasta el momento se colige que, el conocimiento que se tenía, hasta hace escasos meses, del acueducto que abastecía de agua a la ciudad de Huelva hasta mediados de los años 50 del siglo XX se limitaba a unos pocos metros de galería, a los cuales se accede desde los restos arquitectónicos de la denominada como “Fuente Vieja”. En este sentido, la Fuente Vieja y los metros de galería que se desarrollan a partir de ella –125 m en sentido sur y 14 m en sentido norte, según García y Rufete (1996:48-49)– son el testimonio más visible de esta obra de ingeniería hidráulica, que presenta, tras las actividades de recuperación llevadas a cabo hace tres años por el Ayuntamiento de Huelva, un aceptable estado de conservación. Además, existe una derivación de este acueducto conservado en el edificio Tempa Moliére, entre la calle San Andrés y Plácido Bañuelos. Esta conducción se encuentra actualmente integrada, siendo posible su visita en el marco de la puesta en valor de los restos romanos de todo el antiguo solar. Sin embargo, la falta de un estudio más profundo de las estructuras conocidas, así como de la obra hidráulica en general, motivó la puesta en marcha de un proyecto de investigación sobre las estructuras conservadas de la “Fuente Vieja” y que ha supuesto una ampliación notable del conocimiento de este complejo hidráulico, en el contexto geológico y geomorfológico de la típica topografía de cabezos de la ciudad. Junto a ello, la aportación fundamental del trabajo realizado ha sido el análisis arqueoarquitectónico minucioso y detallado de las estructuras referidas, concretamente, las estructuras arquitectónicas interiores del depósito y de un trazado de 25 metros de la ‘Galería Sur’, lugar donde se encuentra la primera spiramina, lo que ha permitido identificar diversas fases constructivas, modificaciones y reformas. Ello ha determinado que a nivel arquitectónico encontremos una construcción muy compleja en la que se producen, de manera generalizada, adosados y añadidos de nuevas estructuras, en relación con el uso que ha recibido desde su origen hasta la actualidad. Las conclusiones más destacables por el momento (González Domínguez, 2017, 91- 102) revelan que el acueducto de Huelva se encuentra dentro de las obras de ingeniería hidráulica que captan el agua por infiltración a través de galerías subterráneas que alcanzan la cabecera de un acuífero. El contexto geomorfológico del Conquero hace que todo él funcione como un acuífero y que las galerías que lo horadan sean tanto captadoras de las filtraciones, como conductoras del preciado líquido. Este tipo de construcciones para captar agua es muy común en regiones áridas o escasas de aguas superficiales y las sociedades que las habitaban desarrollaron técnicas para encontrar, extraer y utilizar este elemento de las capas freáticas que se encuentran debajo del suelo. La técnica utilizada para obtener y aprovechar estas aguas subterráneas es la perforación vertical de la superficie a través de pozos o por conducciones horizontales. Del análisis de los paramentos y materiales utilizados para la construcción de las estructuras hidráulicas se puede extraer que la obra primigenia comprendería una galería coronada con arco de medio punto, por donde se conduciría el agua, y el depósito, que funcionaría como decantador. Esta construcción es la que se puede ver en los paramentos a partir de la sección 2 de la ‘Galería Sur’ y hasta la spiramina, y en la parte inferior de la ‘Pared Este’ y el sondeo practicado, cuyas características de aparejo y medidas de los ladrillos, con grosores de 6-7 cm, es uniforme en toda la obra. Lo mismo sucede con la bóveda de la galería –pero a partir de la sección 3 y también hasta la spiramina, en la que los materiales empleados y su presencia exterior son homogéneos en todo este trazado, con módulos que mantienen grosores de 4-5 cm. Asimismo, en el depósito se puede apreciar la obra primigenia en el opus latericium empleado en el primer cuerpo de las paredes ‘Norte’ y ‘Sur’ y en el resto arquitectónico que se ha conservado en la ‘Oeste’. En toda esta obra se han empleado módulos de ladrillos de 5 cm de grosor y presenta una homogeneidad constructiva. A partir del empleo de ladrillos con módulo asimilable al reconocido en Munigua o Italica, Teniendo se estima que la estructura hidráulica debió construirse en el periodo que discurre del gobierno de los Flavios e inicios del siglo II d.C. Posteriormente, en un momento dado y por motivos desconocidos, esa primera caja de ladrillos se arruinaría y sobre ella se reconstruiría una nueva, que es la que se aprecia en los materiales de acarreo (sillares, sillarejos, etc.). Además, las fracturas verticales que presentan los paramentos de la sección 1 de la ‘Galería Sur’ estarían indicando también esta intervención posterior. Este nuevo depósito, que se monta sobre el de ladrillos primitivo, es el que vemos hoy en día con una factura descuidada, con reutilización de materiales sin orden y concierto, y con piezas monumentales (posiblemente provenientes de templos en proceso de ruina) a las que se les da una nueva utilidad en las transformaciones propias de los siglos IV-VII d.C. Esta reforma estaría en relación con la recuperación de la actividad pesquera que se produce en la ciudad a finales del siglo III d.C. Aunque también cabe la posibilidad de que esta reforma se produjera durante el periodo Alto-plenomedieval (siglos IX-XII), en el que el enclave de mayor entidad de estos momentos en el territorio onubense se encuentra en la isla de Saltés, carente de agua suficiente para abastecer a su población, y que, como nos dice Al Idrissis, “tenía que suministrarse todo el agua necesaria para el consumo de sus habitantes desde el continente” (García Sanjuan, 2016, 170). Diferente es lo que sucede con la ‘Pared Oeste’, en la que no se aprecia esta reforma por haber sido derribada muy posiblemente en el siglo XVIII, como quedó expuesto en el apartado del análisis arqueo-arquitectónico, pero en la que sí se aprecian las diferentes reformas que padece a partir de Época Moderna. A falta de resultados más fehacientes que posibiliten una cronología para la datación de las estructuras del acueducto, es muy probable que su construcción se origine con motivo de una mayor demanda de abastecimiento del preciado líquido, que se tuvo que producir a partir de la segunda mitad del siglo I d.C. Es en ese momento en el que Onoba conoce su mayor esplendor como receptora y distribuidora de productos metalúrgicos y en la producción y procesamiento de recursos pesqueros. Posteriormente, entre la Antigüedad tardía y el periodo andalusí, coincidiendo con algún repunte de la actividad económica de la ciudad de Onoba, o por las necesidades de la próxima ciudad de Saltés, se efectúa una reforma en la que se reutilizan materiales que habían dejado de tener la función original para la que habían sido creados (González Domínguez, 2017, 100-101). A partir del siglo XVIII y hasta finales del XIX, siempre al hilo de las necesidades de abastecimiento que iba teniendo la población de la ciudad y de los recursos económicos que podía dedicar al mantenimiento de las estructuras hidráulicas, sobre el depósito se irían produciendo sucesivas reformas y modificaciones, como las constatadas sobre la ‘Pared Oeste’, la bóveda y el pavimento.
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Espacios Portuarios

En época romana la actividad edilicia desarrollada permite un nuevo auge de la zona portuaria, que venía funcionando desde inicios del Primer Milenio a.C., recobrando el rol de importante nodo en las rutas comerciales del arco atlántico del suroeste peninsular que desempeñaba desde entonces. De esta forma, el puerto y todas las infraestructuras productivas, de servicio y control administrativo que le son propias se ubicaron al sur, en la zona baja de la ciudad. El análisis de este amplio espacio lleva a plantear dos áreas claramente diferenciadas: una zona de factorías relacionadas con la extracción y transformación de los productos pesqueros y otra orientada a la administración, gestión y control del puerto. En la primera zona existió una importante industria orientada a la captura y transformación de los recursos marinos ubicada a los pies del cabezo de la Esperanza, en la línea mareal que describía una ensenada natural con unas condiciones de resguardo y abrigo que debieron facilitar las actividades de las mismas, así como la entrada y salida de la flota entre los siglos I y V d.C. A lo largo de esa amplia orilla y desde poniente a levante se han podido excavar e investigar hasta un total de cuatro ambientes industriales con diversos saladeros, así como distintas estructuras cuyos registros se relacionan claramente con actividades pesqueras o conserveras. El más importante complejo industrial estuvo compuesto por seis unidades de piletas fabricadas, como el resto de las documentadas en la zona, con pizarra trabada con barro y recubiertas de opus signinum. Estas factorías se articulaban con un amplio pasillo central en torno al cual se disponían las baterías de piletas. En este área, se documentaron una fuente con todo un sistema de fistulae de abastecimiento de agua y la parte residencial de una officina salsamentaria con materiales arquitectónicos como basas y revestimientos parietales. Esta idea se apoya en los numerosos anzuelos o pesas de redes (instrumentum piscatorum) que se recuperaron en la excavación. En última instancia, el área más al interior de lo que sería la ensenada marítima del puerto onubense viene representada por la construcción de un potente basamento realizado en opus quadratum para momentos del cambio de Era. Considerando las características de la cimentación (casi dos metros de potencia) y el diseño en planta de esta construcción (una cruz de sillería con cuatro huecos libre rellenos con caementum) se intuye un importante desarrollo vertical de la edificación. El puerto contaría, por tanto, con una torre o faro (lanterna) con una altura estimada de entre 15/18 m. La segunda fase de este espacio viene representada por la construcción de todo un conjunto de edificaciones para época flavia o ya de inicios del siglo II d.C. Destaca un importante edificio abierto a la calle del propio puerto interpretado como un lugar de almacenamiento (horreum). Sus potentes muros de cimentación describen un sistema interno de soporte del piso, a través de un suelo de madera, mediante muros paralelos. La presencia de este tipo de construcciones fue una solución común adoptada para la elevación del contenido mediante una plataforma rectangular de almacenaje reservada de la humedad del suelo, para la que existen múltiples paralelos en el mundo romano. La planta de este edificio onubense está definida por una amplia fachada en uno de sus lados largos mientras que, por el otro, el almacén queda adosado a un pequeño muro de delimitación del faro. La segunda zona portuaria se localizaba al sur de la ensenada, incluyendo el propio espigón y sus inmediaciones. Un puntal de tierra firme definía de esta manera el área portuaria a poniente, con una longitud de unos 350 metros en los que se alternarían playas a modo de varadero y embarcaderos de madera. La construcción capital de este sector, fechada en momentos finales del s. I d.C., es una obra realizada en opus quadratum cuya planta no pudo ser completamente constatada. Sin embargo, su ubicación en el corazón geográfico del puerto, así como su aparejo y potencia constructiva inauguran dos hipótesis de trabajo: la edificación de un ambiente de almacenaje articulado en torno a un patio central o bien un espacio de custodia de metal acuñable dentro de la statio portorii. De una parte, la construcción podría ser interpretada como una dependencia de servicio con funcionalidad de almacenamiento organizada en torno a un patio. A partir de los restos conocidos el complejo puede modularse, formulando una planta en torno a los 42x21 metros, unos 850 m² aproximadamente, superficie en la que quedaría incluida un posible espacio de culto (sacella). La documentación relativa a los testimonios y prácticas religiosas en ambientes de almacenaje está repleta de edículos o sacella, con relieves y pinturas en las paredes de estos recintos en donde se albergaba al genius horrearium. Estos genii fueron venerados ya que se esperaba su intercesión en la protección de las mercancías alojadas en sus dependencias; su imagen, así como sus altares estaban colocados en lugares significativos en los almacenes; en hornacinas de los patios internos, en nichos en las paredes o pequeños edículos y espacios sacros destinados a su culto. La segunda hipótesis lleva a pensar en una funcionalidad que bien pudo trascender del mero almacenaje. La existencia de una procuratela en el puerto de Onoba, probada a través de los lingotes del pecio Planier IV hallado frente a las costas de Marsella en el que se documenta la existencia de un procurador y un vice procurador, lleva a poner de relieve la importancia que la administración imperial desarrolló en este enclave portuario relacionado de manera directa con la salida del mineral en forma de lingotes. En este sentido, los metales extraídos tierra adentro, con alto valor acuñable, pudieron ser custodiados en este espacio. La administración imperial contó a buen seguro con todo un sistema de infraestructuras para el control aduanero y portuario, para el marcado de los lingotes, su almacenaje y embarque en las naves annonarias rumbo a otros puertos mediterráneos, fundamentalmente Portus y el delta del Ródano, como se desprende de la ruta marcada a través de los pecios. Por ello, podría tratarse de una statio portorii, una especie de oficina de control, en la que se administraría el cobro de impuestos (portorium). Finalmente, en este mismo sector, se han documentado otro tipo de edilicias relacionadas con ambientes privados: talleres artesanales y locales comerciales. A partir de los restos arquitectónicos documentados se intuye la existencia de edificios construidos en altura, con segundas plantas. Así, resulta razonable pensar que las construcciones registradas se corresponderían en realidad con la planta baja de un negocio comercial o artesanal que bien pudiera tener un espacio de residencia en las plantas superiores. Construcciones similares con una funcionalidad comercial/doméstica se encuentran en numerosos barrios portuarios de ciudades marítimas con una alta densidad de edificios, donde los espacios se optimizaban al máximo, entretejiendo un paisaje portuario con una amalgama de edificios de carácter tanto público (statio portorii o metallorum y horrea) así como construcciones privadas (viviendas, talleres y negocios comerciales). En síntesis, el puerto es un espacio vivo y cambiante que dinamiza el tejido urbano, así como las relaciones sociales. Asimismo, fue un punto de contacto entre los diferentes grupos culturales del arco Atlántico-Mediterráneo desde época prerromana. El desarrollo comercial, el auge de las factorías de salazón y, sobre todo, la salida de los metales durante la fase imperial suponen una importante renovación constructiva que nos refiere la complejidad de las relaciones económicas y sociales que exigen el desarrollo de nuevas edilicias para nuevos usos. El puerto es, pues, el motor de la dinámica social, económica y poblacional, y por lo tanto es un espacio clave para conocer la Huelva romana.
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Muralla

La parquedad de los testimonios arqueológicos sobre la muralla de la ciudad provoca que haya de valorarse el amurallamiento de la misma desde perspectivas que trasciendan de su materialidad constructiva, y combinen el análisis topográfico y de las fuentes textuales al respecto. Así, la única evidencia de la moenia fue hallada en el entorno de la plaza de San Pedro, en el año 2008, y consistía en una estructura realizada en sillares de calcarenita con una técnica edilicia típica de las construcciones de corte helenístico, y de modulación cartaginesa, similar a otros ejemplos hispanos, caso de las murallas púnicas del siglo III a.C. de Ilipla, Carteia, o Castillo de Doña Blanca (Toscano Pérez, 2009: 144). En el caso onobensis los materiales de base parecen corresponder con esta cronología, a pesar de las continuas modificaciones y usos de este espacio durante época medieval. De tal modo que la muralla de época turdetana fue reutilizada con idéntica funcionalidad de delimitación del espacio urbano durante el periodo posterior. Asimismo, junto a estos testimonios arqueológicos contamos con una descripción de época medieval, a través del relato de al-Idrisi que refiere la existencia de una muralla de piedra para esta ciudad., cuyos restos aún eran visibles en algún tramo. De esta forma, los datos proporcionados por la arqueología acerca de la muralla romana, o en su defecto, la cartaginesa reutilizada posteriormente, son bastante escasos. Ello lleva al planteamiento de que quizá no haya de buscarse un amurallamiento pétreo al uso, desarrollado sobre todo el perímetro de la ciudad, dado que la propia topografía de base podría haber desempeñado fácilmente una labor defensiva en ciertos puntos del núcleo (Campos, 2011). De tal modo, que el medio natural de la ciudad funcionaría a modo de pomerium sin que existiese la necesidad de que éste se materializara mediante la construcción de una muralla de piedra, generándose únicamente la necesidad de marcar dicho límite simbólico en ciertos espacios, caso de las vaguadas existentes entre los cabezos y los puntos de entrada y salida (Delgado, 2016). Los restos documentados en la plaza de San Pedro cumplirían con esta función, pues su ubicación entre los cabezos de San Pedro y del Pino respondía a la necesidad de construir un tramo así como una posible puerta. Idéntica situación ocurriría entre los cabezos de San Pedro y Molino de Viento, hoy desaparecido, y donde la historiografía moderna (el antiguo escudo de la ciudad) reproduce una puerta realizada posiblemente en opus quadratum, y cuyo desmantelamiento proporcionó abundantes materiales romanos. Se trataría de la puerta occidental de la ciudad desde donde se accedía en época moderno-contemporánea desde la zona baja de la ciudad, quizás fosilizando los caminos romanos de acceso a la urbe. Dicha construcción aprovecharía la garganta de dichas elevaciones para embutir una de las puertas monumentales de la ciudad. Una construcción de ingeniería que recuerda en gran medida la porta de Córdoba de la ciudad de Carmo (Carmona, Sevilla).
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