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Análisis de la Arquiectura Pública Monumental en ONOBA AESTVARIA
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Descripción
En época romana la actividad edilicia desarrollada permite un nuevo auge de la zona portuaria, que venía funcionando desde inicios del Primer Milenio a.C., recobrando el rol de importante nodo en las rutas comerciales del arco atlántico del suroeste peninsular que desempeñaba desde entonces. De esta forma, el puerto y todas las infraestructuras productivas, de servicio y control administrativo que le son propias se ubicaron al sur, en la zona baja de la ciudad. El análisis de este amplio espacio lleva a plantear dos áreas claramente diferenciadas: una zona de factorías relacionadas con la extracción y transformación de los productos pesqueros y otra orientada a la administración, gestión y control del puerto. En la primera zona existió una importante industria orientada a la captura y transformación de los recursos marinos ubicada a los pies del cabezo de la Esperanza, en la línea mareal que describía una ensenada natural con unas condiciones de resguardo y abrigo que debieron facilitar las actividades de las mismas, así como la entrada y salida de la flota entre los siglos I y V d.C. A lo largo de esa amplia orilla y desde poniente a levante se han podido excavar e investigar hasta un total de cuatro ambientes industriales con diversos saladeros, así como distintas estructuras cuyos registros se relacionan claramente con actividades pesqueras o conserveras. El más importante complejo industrial estuvo compuesto por seis unidades de piletas fabricadas, como el resto de las documentadas en la zona, con pizarra trabada con barro y recubiertas de opus signinum. Estas factorías se articulaban con un amplio pasillo central en torno al cual se disponían las baterías de piletas. En este área, se documentaron una fuente con todo un sistema de fistulae de abastecimiento de agua y la parte residencial de una officina salsamentaria con materiales arquitectónicos como basas y revestimientos parietales. Esta idea se apoya en los numerosos anzuelos o pesas de redes (instrumentum piscatorum) que se recuperaron en la excavación. En última instancia, el área más al interior de lo que sería la ensenada marítima del puerto onubense viene representada por la construcción de un potente basamento realizado en opus quadratum para momentos del cambio de Era. Considerando las características de la cimentación (casi dos metros de potencia) y el diseño en planta de esta construcción (una cruz de sillería con cuatro huecos libre rellenos con caementum) se intuye un importante desarrollo vertical de la edificación. El puerto contaría, por tanto, con una torre o faro (lanterna) con una altura estimada de entre 15/18 m. La segunda fase de este espacio viene representada por la construcción de todo un conjunto de edificaciones para época flavia o ya de inicios del siglo II d.C. Destaca un importante edificio abierto a la calle del propio puerto interpretado como un lugar de almacenamiento (horreum). Sus potentes muros de cimentación describen un sistema interno de soporte del piso, a través de un suelo de madera, mediante muros paralelos. La presencia de este tipo de construcciones fue una solución común adoptada para la elevación del contenido mediante una plataforma rectangular de almacenaje reservada de la humedad del suelo, para la que existen múltiples paralelos en el mundo romano. La planta de este edificio onubense está definida por una amplia fachada en uno de sus lados largos mientras que, por el otro, el almacén queda adosado a un pequeño muro de delimitación del faro. La segunda zona portuaria se localizaba al sur de la ensenada, incluyendo el propio espigón y sus inmediaciones. Un puntal de tierra firme definía de esta manera el área portuaria a poniente, con una longitud de unos 350 metros en los que se alternarían playas a modo de varadero y embarcaderos de madera. La construcción capital de este sector, fechada en momentos finales del s. I d.C., es una obra realizada en opus quadratum cuya planta no pudo ser completamente constatada. Sin embargo, su ubicación en el corazón geográfico del puerto, así como su aparejo y potencia constructiva inauguran dos hipótesis de trabajo: la edificación de un ambiente de almacenaje articulado en torno a un patio central o bien un espacio de custodia de metal acuñable dentro de la statio portorii. De una parte, la construcción podría ser interpretada como una dependencia de servicio con funcionalidad de almacenamiento organizada en torno a un patio. A partir de los restos conocidos el complejo puede modularse, formulando una planta en torno a los 42x21 metros, unos 850 m² aproximadamente, superficie en la que quedaría incluida un posible espacio de culto (sacella). La documentación relativa a los testimonios y prácticas religiosas en ambientes de almacenaje está repleta de edículos o sacella, con relieves y pinturas en las paredes de estos recintos en donde se albergaba al genius horrearium. Estos genii fueron venerados ya que se esperaba su intercesión en la protección de las mercancías alojadas en sus dependencias; su imagen, así como sus altares estaban colocados en lugares significativos en los almacenes; en hornacinas de los patios internos, en nichos en las paredes o pequeños edículos y espacios sacros destinados a su culto. La segunda hipótesis lleva a pensar en una funcionalidad que bien pudo trascender del mero almacenaje. La existencia de una procuratela en el puerto de Onoba, probada a través de los lingotes del pecio Planier IV hallado frente a las costas de Marsella en el que se documenta la existencia de un procurador y un vice procurador, lleva a poner de relieve la importancia que la administración imperial desarrolló en este enclave portuario relacionado de manera directa con la salida del mineral en forma de lingotes. En este sentido, los metales extraídos tierra adentro, con alto valor acuñable, pudieron ser custodiados en este espacio. La administración imperial contó a buen seguro con todo un sistema de infraestructuras para el control aduanero y portuario, para el marcado de los lingotes, su almacenaje y embarque en las naves annonarias rumbo a otros puertos mediterráneos, fundamentalmente Portus y el delta del Ródano, como se desprende de la ruta marcada a través de los pecios. Por ello, podría tratarse de una statio portorii, una especie de oficina de control, en la que se administraría el cobro de impuestos (portorium). Finalmente, en este mismo sector, se han documentado otro tipo de edilicias relacionadas con ambientes privados: talleres artesanales y locales comerciales. A partir de los restos arquitectónicos documentados se intuye la existencia de edificios construidos en altura, con segundas plantas. Así, resulta razonable pensar que las construcciones registradas se corresponderían en realidad con la planta baja de un negocio comercial o artesanal que bien pudiera tener un espacio de residencia en las plantas superiores. Construcciones similares con una funcionalidad comercial/doméstica se encuentran en numerosos barrios portuarios de ciudades marítimas con una alta densidad de edificios, donde los espacios se optimizaban al máximo, entretejiendo un paisaje portuario con una amalgama de edificios de carácter tanto público (statio portorii o metallorum y horrea) así como construcciones privadas (viviendas, talleres y negocios comerciales). En síntesis, el puerto es un espacio vivo y cambiante que dinamiza el tejido urbano, así como las relaciones sociales. Asimismo, fue un punto de contacto entre los diferentes grupos culturales del arco Atlántico-Mediterráneo desde época prerromana. El desarrollo comercial, el auge de las factorías de salazón y, sobre todo, la salida de los metales durante la fase imperial suponen una importante renovación constructiva que nos refiere la complejidad de las relaciones económicas y sociales que exigen el desarrollo de nuevas edilicias para nuevos usos. El puerto es, pues, el motor de la dinámica social, económica y poblacional, y por lo tanto es un espacio clave para conocer la Huelva romana.
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