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Síntesis Funeraria
Las diferentes intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en las áreas necropolitanas de la ciudad entre 1957-58 (Raddatz, 1973) y 1977-83 (Vegas, 1988), permitieron documentar un total de 168 tumbas. A nivel topográfico, las investigaciones más antiguas siempre han hablado de la existencia de dos espacios sepulcrales, denominados como sur y este, no obstante, existen estudios que tienden a pensar que se trata de una única necrópolis, cuyos límites se extienden tanto a intramuros como a extramuros siguiendo un trazado rectangular (Vegas, 1988, 8; Morales, Oliva y Schattner, 2006, 33). Pese a que el crecimiento diacrónico de la necrópolis ha distorsionado en parte su trazado original, parece que las estructuras sepulcrales monumentales se fueron construyendo siguiendo un trazado pseudoortogonal hacia el suroeste, para en fechas posteriores y aprovechando sus áreas de servidumbre ir adecuando nuevas construcciones funerarias (Schattner, 2003a, 125, 136; Vaquerizo Gil, 2010, 263). En el caso de la sur, la principal particularidad radica en que se encuentra atravesada por el lienzo murario meridional, detectándose enterramientos tanto intramuros como extramuros. Sin embargo, esta irregular organización no supone una violación del código jurídico, pues este sepulcretum apenas se siguió utilizando después de la segunda mitad del siglo II d. C., momento en el que fue construido este tramo de la muralla (Schattner, 2003a, 136). Para momentos bajoimperiales, la organización de estas áreas sepulcrales se vería notablemente modificada, así entre los siglos II/III hasta mediados del IV d. C., las inhumaciones se concentraron en el extremo este, dado que la necrópolis sur dejó de ser utilizada tras la construcción de la muralla. En momentos ya tardíos (V hasta la VII d. C.), los enterramientos pasaron a ser practicados al interior de la ciudad, aprovechando las antiguas edificaciones domésticas (Casa 1 y 6) (Eger, 2006a, 157 y 2006b, 243). Entre las estructuras monumentales que han llegado hasta nosotros destacan por su número los recintos funerarios, por norma general construidos con un aparejo irregular de piedra, de los cuales apenas se conservan la primera hilada de cimentación (Schattner, 2003a, 138; Vaquerizo Gil, 2010, 263). Algunas de las estructuras documentadas en el área oriental presentan importantes remodelaciones interiores con ampliaciones y divisiones posteriores, con unas dimensiones generales superiores a la media de Hispania (12x13x14m) (Schattner, 2003a, 138). Ello significa, que posiblemente esas ampliaciones fueron fruto de la necesidad de apropiarse de nuevos espacios para poder seguir usando el espacio de manera diacrónica desde época altoimperial hasta la bajoimperial. En la necrópolis meridional, se distinguen al menos siete de estas estructuras, seis de ellas ocupadas durante la segunda mitad del siglo I d. C., y la séptima solo durante el siglo II d. C. (Schattner, 2003a, 138). Por encima de estas construcciones, el edificio más monumental que ha llegado hasta nosotros es el denominado "mausoleo". Sus paramentos fueron construidos en opus incertum, con una bóveda interior de medio cañón de latericium y exterior de tégulas a dos aguas. Esta construcción, a su vez, estaba enmarcada dentro de un recinto funerario. En palabras de D. Vaquerizo se trata de un monumento tipo casa, aun cuando Á. Ventura (2008) lo ha catalogado como tipo templiforme. En su interior fueron practicados cinco enterramientos, cuatro de ellos por debajo de la rasante del suelo del edificio, entre los que se aprecia una cierta paridad entre enterramientos de cremación e incineración practicadas directamente en la roca o en caja de ladrillos, con cubiertas de bóvedas de cañón. En palabras de D. Vaquerizo (2010, 263) cabe la posibilidad de que todas las sepulturas que fueron practicadas en el interior perteneciesen a inmaturi dado el tamaño de los sarcófagos de plomo recuperados y las dimensiones del resto de las fosas, no obstante, Th. Schattner (2003a, 115) no duda en pensar que se trata de una de las familias más acomodadas de la sociedad munigüense. En cualquier caso se trató de un espacio ocupado por personajes de cierto nivel adquisitivo, dado que entre las sepulturas practicadas en el exterior se pudieron recuperar evidencias materiales de la kliné -cama de barras de hierro y de bronce- que fue empleada para sustentar el cadáver durante la cremación, y restos de hilos y tejidos bordados en oro (Schattner, 2003b, 74). Es más que posible que en la necrópolis oriental existiese más de un monumento de estas características. Según Th. Hauschild (1993) existen indicios de la presencia de otro monumento, concretamente restos de columnas y sillares. Otra de las estructuras, no tanto monumentales, sino de uso colectivo, que han podido ser evidenciadas en este sector funerario es un ustrinum excavado en la roca, definido por una fosa de 81 x 50 cm con sus paredes rubefactadas. De su interior se pudieron recuperar cenizas, restos de carbón vegetal, un fragmento de espejo y una moneda (Schattner, 2003a, 140). Entre las tipologías más simples de época altoimperial, el modelo mayoritariamente empleado en la necrópolis meridional, con un total de cien ejemplares, fue el de cremaciones secundarias en ollae ossuariae cerámicas, depositadas directamente en el suelo o entre las rocas sin ningún tipo de cubierta, o bien bajo piedras o tégulas. Algunas de ellas fueron calzadas por piedras para evitar que se movieran (Schattner, 2003a, 136; Vaquerizo Gil, 2010, 263). En su publicación se distinguen un total de cuatro modelos diferentes (Vegas, 1988, 25-30): 1. Urnas de cerámica en forma de caja. Son fechadas entre época neroniana y fines de época flavia en función de los ajuares detectados en su interior. Sus esquinas aparecen redondeadas, y aun cuando la mayor parte han pedido su cubierta, cuando se ha conservado se ha constatado que se trata de un tejado a doble vertiente (Vegas, 1988, 25: Tafel 6, 11, 12, 34, 39, 40, 42, 43; Rodríguez Oliva, 2002, 278). 2. Urnas cerámicas de entre 28 y 30 cm. Dentro de este grupo M. Vegas (1988, 25-30) establece cinco subgrupos: 1. Las urnas presentan cuerpo globular y borde engrosado de tonalidades ocres-amarillentas. Se fechan en el tercer cuarto del siglo I d. C. 2. Se definen como vasos esféricos de cuellos redondeados y bases cóncavas, por norma, presentan grafitis en sus paredes, ya sea en forma de media luna, de "p" o numérica (Vegas, 1988, 26-ss, Tafel: 4, 8, 52, 53, 55). 3. Urnas de borde liso curvado hacia fuera y base cóncava de finales e inicios del siglo II d. C. (Vegas, 1988, 28, Tafel: 18, 45). 4. Urnas similares al tipo tres, pero con borde engrosado, de tonalidad marrón-rojizo o amarillento-blanco, se fechan en la segunda mitad del siglo II d. C. (Vegas, 1988, 28, Tafel: 32, 35, 38, 49). 5. Urna de cuerpo delgado y estilizado, cuello corto y base plana. Presenta numerosas molduras al interior. Sólo un ejemplar se encuentra bien conservado, de tonalidad clara y superficie alisada. Se fechan a partir de la segunda mitad del siglo I d. C. (Vegas 1988, 28, Tafel: 1, 13, 25). 3. Urnas/jarras cerámicas de mayores dimensiones (33-36cm). Sus bordes son engrosados y su figura más estilizada. Presentan tonalidades amarillo ocre o blanquecinas, pudiendo portar un asa, la mayoría de las veces, o dos (urna 92) (Vegas, 1988, 29, Tafel: 3, 5, 9, 10, 14, 15, 20, 29, 30, 37,46, 51, 52, 54). 4. Ollas, cuencos y vasos de uso doméstico empleadas como urnas (Vegas, 1988, 31, Tafel: 25, 27, 47). En la necrópolis Este, las cremaciones (siete ejemplares de los sesenta y ocho que fueron excavados) fechadas en su conjunto en el siglo II d. C., se reducen, si hablamos de la tipología más compleja, a la caja de tendencia rectangular de ladrillos con cubiertas de piedras y material latericio fragmentado, frente a la más simple, consistente en una fosa cubierta por una hilada horizontal de ladrillos, y ésta a su vez por una hilada de piedras compactada. No obstante, no falta el modelo mayoritario del Imperio Romano, la cubierta de tégulas a doble vertiente. Las cremaciones fueron depositadas en fosas de grandes dimensiones, y sólo en algunos de los casos se planteó un doble sistema (Gamer, 1972, 63-ss; Schattner, 2003a, 130-ss). Para época bajoimperial, el modelo sepulcral mayoritariamente constatado (sólo en la necrópolis oriental), se define como una fosa excavada sobre el suelo rocoso, la cual fue revestida por una caja de ladrillos cuyo número de hiladas, inclinadas hacia el interior para favorecer la colocación de la cubierta, pudo oscilar entre 1 y 3, aun cuando existen ejemplares con más de siete. A diferencia de los enterramientos de cremación, contaron con suelo construido de material latericio (Schattner, 2003a, 132). Es en las soluciones arbitradas como techumbre donde se advierte una mayor complejidad: - El modelo más complejo se basó en la colocación de una hilada de tégulas sobre la caja de ladrillos con el fin de cerrar la cámara. Encima se colocaron, cuatro o cinco ladrillos conformando lo que sería una falsa bóveda, recubierta a su vez por un túmulo de tierra, piedras y cascotes de ladrillos, otorgándoles una datación comprendida entre los siglos III/IV d. C. (Raddatz, 1973, 70; Gamer, 1972, 60-ss.; Schattner, 2002, 51, Lám. III; Eger, 2006a, 143 y 2006b, 239). Le suceden las que estuvieron techadas o bien por ladrillos o tégulas colocadas horizontalmente, o por piedra, que en opinión de Ch. Eger (2006a, 145-ss y 2006b, 239), deben ser las más tardías, fechándolas entre los siglos VI/VII d. C. - Un segundo modelo es calificado como tumbas con podium de ladrillos (podría tratarse de enterramientos tipo mensa). Se compone de una fosa revestida de ladrillos, cerrada en su parte central en vez de por tégulas, por dos hiladas de ladrillos. Sobre el conjunto de toda la estructura se alza un escalón compuesto por tres hiladas de material latericio. Al igual que el modelo anterior es fechada entre los siglos IV/V d. C. (Raddatz, 1973, 66-ss.; Eger, 2006a, 146-ss y 2006b, 239-ss.). - La tercera tipología se define por tumbas cubiertas por grandes piedras o lajas planas, según su investigador algo más tardías dado que pueden ser fechadas por su cultura material entre los siglos VI/VII d.C. Se localizan en los alrededores e interior de las casas 1 y 6, y la estructura de herradura. Las fosas siguen estando revestidas por ladrillos, si bien comienza apreciarse una mayor dejadez en la obra al utilizarse ladrillos fragmentados en vez de enteros. Igualmente las fosas dejan de ser rigurosamente rectangulares para adquirir formas trapezoidales u ovoides (Eger, 2006a, 149 y 2006b, 240). Anecdótica es la presencia de enterramientos infantiles en el interior de cajas de ladrillos o bajo cubierta de tégulas a doble vertiente, practicadas en el interior del mausoleo tras su abandono durante época tardía y en sus alrededores (Eger, 2006a, 147 y 2006b, 240). Entre las construcciones pseudo-monumentales de Munigua de época bajoimperial (ss. IV-V d. C.) se encuentra la sepultura en forma de herradura. Este posible monumento apareció adosado a la Casa 1 por su pared exterior. Para su edilicia se emplearon tanto piedras naturales como mampuestos de gran tamaño. En el interior de lo que pudo ser su cámara sepulcral se localizaron los restos de dos posibles enterramientos, al que se uniría un tercero practicado directamente sobre uno de sus muros en época visigoda como consecuencia de su reutilización (Schattner, 2003a, 134; Eger, 2006a, 149-ss y 2006b, 241). El hecho de que aparecieran numerosos fragmentos cerámicos sobre uno de sus muros hizo que esta sepultura fuera interpretada como tipo mensa, no obstante D. Vaquerizo (2010, 263) recela de esta catalogación, entre otros motivos porque investigadores de la ciudad como Ch. Eger (2006a, 149 y 2006b, 241) fechan el conjunto de la cerámica aparecida en un contexto del siglo II d. C. En su lugar, este mismo autor cree que estos cimientos pudieron pertenecer a un pequeño monumento cilíndrico. Entre las sepulturas de cremación de la necrópolis Este de época altoimperial, una vez detectada una ausencia generalizada del uso de piezas de terra sigillata o paredes finas en los ajuares, lo que se observa es un cierto predominio de las piezas de vidrio, especialmente entre finales del siglo I d. C. inicios del II d.C., coincidiendo con el crecimiento de la ciudad. Concretamente se ha detectado una veintena de objetos entre los que se identifican vasos, copas, cálices, cuencos, botellas y jarritos fragmentados para el caso de la necrópolis oriental, y casi sesenta para el área sepulcral sur, donde urnas de vidrio (protegidas por recipientes de plomo), ungüentarios y balsamarios son los elementos predominantes (existe uno de bronce de enorme calidad, consistente en un busto masculino con apertura en la parte alta de la cabeza), aunque tampoco faltan copas, vasos y botellas (Gamer, 1972, 65; Schattner, 2003a, 166-ss), en líneas generales el conjunto de este repertorio puede ser fechado entre los siglos II-III d. C. La única pieza cerámica incluida con asiduidad en el interior de las sepulturas de la necrópolis sur es la propia urna cineraria (Schattner, 2003a, 159). Acompañando a estas piezas tenemos la significativa combinación de objetos de índole simbólico y profiláctico. Entre las piezas de adorno personal destacables se encontraron: varios pendientes; tres collares, dos de ellos de oro con piedras semipreciosas de tonalidad verde, y un tercero de cuentas de pasta vítrea, conchas, caracoles y púrpuras; cuentas de pasta vítrea; anillos tanto de oro, plata y bronce como de vidrio; brazaletes, varias varillas de vidrio destinadas a remover perfume o maquillaje; diversas bullae; acus crinales y amuletos de hueso; y dos chapitas de oro (Gamer, 1972, 65; Schattner, 2003a, 176-183). Entre las piezas de uso personal destacan: las figurillas de terracota, varias fíbulas de bronce; cuatro juegos de pinzas de hierro y bronce; agujas, botones y alfileres de hueso para coser; varias cucharillas o paletas de tocador, en ocasiones, combinadas con otros artículos de carácter personal como los espejos de bronce (un total de diecinueve) o los propios estuches (uno de ellos con una medalla en la que se aprecia la representación de tres divinidades: Neptuno, Mercurio y Marte); stili o lápices para escribir, y dos tabulae lusoriae incisas en ladrillos y sus correspondientes fichas de vidrio (Gamer, 1972, 65; Schattner, 2003a, 184-ss). En lo que respecta a los elementos profilácticos, fueron introducidas quince monedas y tres lucernas, sin menospreciar la presencia de clavos de hierro, los cuales parecen que fueron incluidos en el interior de la sepultura con fines profilácticos ya que ninguno de ellos presenta huellas de combustión (Schattner, 2003a, 187, 285). Por su parte, la ritualidad bajoimperial muestra evidentes cambios, que por otro lado son propios del mundo funerario romano. A nivel ritual, los ajuares detectados en el interior de las primeras sepulturas excavadas son puramente anecdóticos, concretamente sólo dos de los ejemplares excavados poseían. En ambos casos estuvieron formados por piezas de índole ritual, compuestos por un elemento de vidrio y un vaso de cerámica de terra sigillata, así como algunos elementos apotropaicos, como la lucerna y las monedas, fechados entre los siglos IV-V d. C. (Schattner, 2003a, 131, 159). Por su parte, en las tumbas detectadas en torno a las casas 1 y 6, fechadas en momentos visgodos, las ofrendas rituales se limitan a las típicas jarras tardorromanas, un par de pendientes y una hebilla de cinturón (Eger, 2006a, 156 y 2006b, 243).Sin duda evidencias del que funus romano terminó por imponerse entre la población, abandonando las piezas de índole personal en favor de las rituales. Tampoco podemos menospreciar las importantes transformaciones conceptuales que se operaron en torno al mundo de la muerte de los niños. A partir de esta centuria es posible empezar a observar la coexistencia de sepulturas destinadas a individuos infantiles junto con adultos en el mismo espacio sepulcral, e incluso en el interior de una misma tumba (Schattner, 2003a, 134). Igualmente, aunque se limite a cinco casos se documentaron varios enterramientos múltiples compuestos por dos y tres individuos (Eger, 2006a, 155 y 2006b, 242).
Monumentos
Recintos funerarios Mausoleo tipo casa o templiforme Sepultura en forma de herradura
Tipologías Sepulcrales no Monumentales
Enterramientos en caja de ladrillos bajo bóveda de cañón Sarcófagos de plomo Cremaciones secudarias en ollae ossuariae de cerámica, con cuatro tipologías: 1. Urnas de cerámica en forma de caja. Son fechadas entre época neroniana y fines de época flavia en función de los ajuares detectados en su interior. Sus esquinas aparecen redondeadas, y aun cuando la mayor parte han pedido su cubierta, cuando se ha conservado se ha constatado que se trata de un tejado a doble vertiente (Vegas, 1988, 25: Tafel 6, 11, 12, 34, 39, 40, 42, 43; Rodríguez Oliva, 2002, 278). 2. Urnas cerámicas de entre 28 y 30 cm. Dentro de este grupo M. Vegas (1988, 25-30) establece cinco subgrupos: 1. Las urnas presentan cuerpo globular y borde engrosado de tonalidades ocres-amarillentas. Se fechan en el tercer cuarto del siglo I d. C. 2. Se definen como vasos esféricos de cuellos redondeados y bases cóncavas, por norma, presentan grafitis en sus paredes, ya sea en forma de media luna, de "p" o numérica (Vegas, 1988, 26-ss, Tafel: 4, 8, 52, 53, 55). 3. Urnas de borde liso curvado hacia fuera y base cóncava de finales e inicios del siglo II d. C. (Vegas, 1988, 28, Tafel: 18, 45). 4. Urnas similares al tipo tres, pero con borde engrosado, de tonalidad marrón-rojizo o amarillento-blanco, se fechan en la segunda mitad del siglo II d. C. (Vegas, 1988, 28, Tafel: 32, 35, 38, 49). 5. Urna de cuerpo delgado y estilizado, cuello corto y base plana. Presenta numerosas molduras al interior. Sólo un ejemplar se encuentra bien conservado, de tonalidad clara y superficie alisada. Se fechan a partir de la segunda mitad del siglo I d. C. (Vegas 1988, 28, Tafel: 1, 13, 25). 3. Urnas/jarras cerámicas de mayores dimensiones (33-36 cm). Sus bordes son engrosados y su figura más estilizada. Presentan tonalidades amarillo ocre o blanquecinas, pudiendo portar un asa, la mayoría de las veces, o dos (urna 92) (Vegas, 1988, 29, Tafel: 3, 5, 9, 10, 14, 15, 20, 29, 30, 37,46, 51, 52, 54). 4. Ollas, cuencos y vasos de uso doméstico empleadas como urnas (Vegas, 1988, 31, Tafel: 25, 27, 47). Caja de ladrillos de tendencia rectangular bajo cubiertas de piedras y material latericio fragmentado. Enterramientos en fosa bajo hilada horizontal de ladrillos y piedras compactas Enterramientos bajo cubierta de tégulas a doble vertiente. Enterramientos en cajas de ladrillos con diferentes sistemas de cubiertas: 1. El modelo más complejo se basó en la colocación de una hilada de tégulas sobre la caja de ladrillos con el fin de cerrar la cámara. Encima se colocaron, cuatro o cinco ladrillos conformando lo que sería una falsa bóveda, recubierta a su vez por un túmulo de tierra, piedras y cascotes de ladrillos, otorgándoles una datación comprendida entre los siglos III/IV d. C. (Raddatz, 1973, 70; Gamer, 1972, 60-ss.; Schattner, 2002, 51, Lám. III; Eger, 2006a, 143 y 2006b, 239). Le suceden las que estuvieron techadas o bien por ladrillos o tégulas colocadas horizontalmente, o por piedra, que en opinión de Ch. Eger (2006a, 145-ss y 2006b, 239), deben ser las más tardías, fechándolas entre los siglos VI/VII d. C. 2. Un segundo modelo es calificado como tumbas con podium de ladrillos (podría tratarse de enterramientos tipo mensa). Se compone de una fosa revestida de ladrillos, cerrada en su parte central en vez de por tégulas, por dos hiladas de ladrillos. Sobre el conjunto de toda la estructura se alza un escalón compuesto por tres hiladas de material latericio. Al igual que el modelo anterior es fechada entre los siglos IV/V d. C. (Raddatz, 1973, 66-ss.; Eger, 2006a, 146-ss y 2006b, 239-ss.). 3. La tercera tipología se define por tumbas cubiertas por grandes piedras o lajas planas, según su investigador algo más tardías dado que pueden ser fechadas por su cultura material entre los siglos VI/VII d.C. Se localizan en los alrededores e interior de las casas 1 y 6, y la estructura de herradura. Las fosas siguen estando revestidas por ladrillos, si bien comienza a apreciarse una mayor dejadez en la obra al utilizarse ladrillos fragmentados en vez de enteros. Igualmente las fosas dejan de ser rigurosamente rectangulares para adquirir formas trapezoidales u ovoides (Eger, 2006a, 149 y 2006b, 240).
Ajuares
Entre las sepulturas de cremación de la Necrópolis Este de época altoimperial, se detecta una ausencia generalizada del uso de piezas de terra sigillata o paredes finas en los ajuares, en su lugar lo que observamos es un cierto predominio de las piezas de vidrio, especialmente entre finales del siglo I d. C. inicios del II d.C., coincidiendo con el crecimiento de la ciudad (Gamer, 1972, 65; Schattner, 2003a, 166-ss). La única pieza cerámica incluida con asiduidad en el interior de las sepulturas de la Necrópolis Sur es la propia urna cineraria (Schattner, 2003a, 159). Acompañando a estas piezas se encuentra la significativa combinación de objetos de índole simbólico, tales como joyas y elementos de uso personal, y profiláctico, como monedas (Gamer, 1972, 65; Schattner, 2003a, 176-187). Por su parte, la ritualidad bajoimperial muestra evidentes cambios, que por otro lado son propios del mundo funerario romano. A nivel ritual, los ajuares detectados en el interior de las primeras sepulturas excavadas son puramente anecdóticos, concretamente sólo dos de los ejemplares excavados poseían. En ambos casos estuvieron formados por piezas de índole ritual, compuestos por un elemento de vidrio y un vaso de cerámica de terra sigillata, así como algunos elementos apotropaicos, como la lucerna y las monedas, fechados entre los siglos IV-V d. C. (Schattner, 2003a, 131, 159). Por su parte, en las tumbas detectadas en torno a las casas 1 y 6, fechadas en momentos visIgodos, las ofrendas rituales se limitan a las típicas jarras tardorromanas, un par de pendientes y una hebilla de cinturón (Eger, 2006a, 156 y 2006b, 243).
Enterramientos Singulares
Mausoleo
Enterramientos Singulares Nivel II (1)
Escultura Funeraria
No posee
Epigrafía Funeraria
Sí
Estudios Antropológicos
No posee
Cronología de la Necrópolis
La necrópolis sur fue ocupada desde la segunda mitad del siglo I d. C. hasta mediados del siglo II d. C., momento en el que fue construido el tramo meridional de la muralla, amortizando parte de la necrópolis. Por su parte la necrópolis este ofrece evidencias funerarias que van desde el siglo I-IV d. C. (Vegas, 2006, 77). El mausoleo es fechado en la primera mitad del siglo II d. C. (Schattner, 2003a, 125), aunque pensamos que las primera sepulturas debieron ser practicadas en el siglo I d. C., siguiendo la opinión de D. Vaquerizo (2010, 265).
Repertorio de Consulta
- Beltrán, J.; García, M. A.; Rodríguez, P. (2007), Los sarcófagos romanos de Andalucía, Corpus Signorum Imperii Romani. España, I.3, Murcia. - Blech, M.; Hauschild, Th.; y Hertel, D. (1993), Mulva III, Das Grabgebäude in der Nekropole Ost, die Skulpturem, die Terrakotten, Madrider Beiträge 21, Mainz am Rheim. - Eger, Ch. (2006a), "Tumbas de la antigüedad tardía en Munigua. Tipos de tumba. Ritos de enterramiento y ajuares funerarios en una pequeña ciudad del sur de España en los siglos III/IV al VII", Anales de Arqueología Cordobesa, 17, Vol. II, 137-160. (2006b), "Spätantike gräber in Munigua. Grabformen, bestattungweise und beigabensitte einer südspanischen kleinstadt", Gallia e Hispania en el contexto de la presencia "germánica" (ss. V-VII). Balance y perspectivas (J. López, A.M. Martínez y J. Morín, eds.), BAR International Series 1534, Oxford, 237-260. - Gamer, G. (1972), "Mulva-Munigua (Sevilla). Corte nº 148", Noticiario Arqueológico Hispánico, 1, 51-68. - Raddatz, K. (1973), Mulva I, Die Grabungen in der nekropole in den jahren 1957 und 1958. Verlag Philipp von Zabern. Maiz am Rhein. - Rodríguez Oliva, P. (2002), "Talleres locales de urnas cinerarias y de sarcófagos en la provincia Hispania Ulterior Baetica", Espacio y usos funerarios en el Occidente romano (Vaquerizo, D., ed.), vol. I, Córdoba, 259-312. - Schattner, Th. G.: (2002), "Sucinto informe de las excavaciones arqueológicas en Munigua, 1999", Anuario Arqueológico de Andalucía, 2000, Actividades Sistemáticas, 47-52 (2003a), Munigua. Cuarenta años de Investigaciones, Sevilla. (2003b), "Sucinto informe de las excavaciones arqueológicas en Munigua, 1998", Anuario Arqueológico de Andalucía, 2000, Actividades Sistemáticas, 70-75 - Vaquerizo Gil, D. (2004), Immaturi et innupti. Terracotas figuradas en ambiente funerario de Corduba, Colonia Patricia, Instrumenta 15, Barcelona. (2010), Necrópolis urbanas en Baetica. Documenta 15, Universidad de Sevilla e Institut Català d´Arqueología Clàssica, Tarragona. - Vegas, M. (1988), Mulva II. Die südnekropole von Munigua grabungskampagnen 1977 bis 1983, Madrider Beiträge, 15, Mainz am Rheim. (2006), "Las necrópolis", Munígua. La colina Sagrada, Catálogo de la exposición (E. Morales; D. Oliva y Th. Schattner, eds.), Consejería de Cultura y Dirección General de Museos, Sevilla.
Documentación Gráfica
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