Necropolis en MVNIGVA - Nivel II: Enterramientos Singulares

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Id Def. Tipológica Contexto Cronología

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Mausoleo tipo casa. En el momento de su estudio el edificio aun conservaba en pie una altura de 2,7m, con una planta de tendencia rectangular al exterior y totalmente cuadrangular al interior gracias a los diferentes grosores de sus muros. Estos están construidos de opus incertum con las caras lisas de las piedras mirando hacia fuera. En ellos se distinguen dos cajones separados entre sí por dos hiladas de ladrillos. Como cubierta aun se apreciaba, en el momento de su excavación, el arranque de su bóveda de medio cañón, si bien, para el exterior se ha propuesto como solución la existencia de una más que posible techumbre a dos aguas. Dado que se conserva la mayor parte de su alzado, aun es posible apreciar en su paramento las huellas de los mechinales, con unas dimensiones de 0,15 m por 0,20 m (Schattner, 2003a, 103-ss.). El nivel de deterioro del paramento donde se debió ubicar la puerta hace imposible que se determinen sus dimensiones exactas, pero gracias a las excavaciones sabemos que contó con un umbral. Por la parte de atrás se le adosa una construcción rectangular de considerable grosor cuya finalidad es incierta, según A. Ventura (2008), podría tratarse de un zócalo o una basa para la colocación de estatuas al modo de los monumentos constatados en Ostia, aunque según Th. Schattner (2003a, 114), pudo tratarse de un altar monumental. En el interior fueron documentados un total de cinco enterramientos, de ellos cuatro practicados bajo el suelo del mausoleo, y el quinto a techo del pavimento. Los datos de la excavación parecen apuntar en la dirección de que el mausoleo fue construido con posterioridad a las cuatro tumbas inferiores, las cuales debían ser visibles en superficie de algún modo. La quinta, sin embargo, se encuentra a la misma cota que el suelo del monumento, lo que indica que ambas construcciones debieron ser contemporáneas (Schattner, 2003a, 112). Su organización interna es sumamente esclarecedora, en el lado occidental se construyeron dos sepulturas de porte más monumental, mientras que en el lado oriental se dispusieron tres tumbas del tipo bustum, quedando un pasillo entre medio de ambas agrupaciones. Las segundas estuvieron definidas por la presencia de dos fosas, una de reducidas dimensiones destinadas a acoger los restos de la cremación, y una segunda de mayores dimensiones revestida por ladrillos reservada para el ajuar. La cubierta de todas ellas estuvo definida por bóvedas de medio cañón. Como característica destacable de este modelo, la roca natural que quedaba por encima de la sepultura presentaba un saliente trabajado reservado para apoyar la parihuela sobre la que fueron depositados los cadáveres antes de su cremación. Los modelos sepulcrales más monumentales presentaban una única fosa de características idénticas a las anteriores, con la única salvedad de acoger en su interior sendos sarcófagos de mármol (Schattner, 2003a, 110-ss.). El más simple, de tonalidad blanco-grisáceo, completamente liso, aun conservaba su tapadera en el momento de su descubrimiento, mientras que el otro, mucho más complejo, contó con un bajorrelieve compuesto por una escena de erotes cazadores (Beltrán, García y Rodríguez, 2006, 27). Rodeando toda la estructura se descubrieron los restos de un recinto funerario, aunque en la publicación no se precisa, es posible que este monumento sepulcral acogiese en su interior a las sepulturas más antiguas, aquellas que fueron practicadas por debajo del nivel de pavimentación del mausoleo; hasta que tras la muerte del último personaje, ocupante de la única sepultura vista en superficie correspondiente al sarcófago de mármol liso, se optara por engrandecer la visión de esta construcción levantado una estructura de mayor porte visual. No obstante, esta hipótesis plantea un importante desajuste cronológico, pues la construcción del monumento es dada en la segunda mitad del siglo II d. C., coincidente con la datación tanto del sarcófago liso (Rodríguez Oliva, 2002, 287), como del que presentaba decoración en bajorrelieve, el cual se encontraba a la misma cota que los primeros enterramientos bajo el pavimento de la estructura, lo que lleva a J. Beltrán, M. Á. García y P. Rodríguez (2006, 28) a plantear dos posibilidades: o bien la tumba que contuvo ese segundo sarcófago es contemporánea a la construcción del edificio, o bien esta se practicó a finales del siglo II d. C., decantándose por la primera dada las características edilicias del monumento. En definitiva, la secuencia lógica constructiva sería el levantamiento del recinto funerario y los tres enterramientos en bustum alineados, los cuales serían fechados en el siglo II d. C. (Schattner, 2003a, 112; Beltrán, García y Rodríguez, 2006, 29). Hacia mediados del siglo II d. C. se levantaría el monumento, preparando el sitio para acoger en superficie el sarcófago liso. Para en último lugar, durante la segunda mitad del siglo II d. C. acomodar a una cota inferior el último enterramiento correspondiente con el sarcófago decorado (Beltrán, García y Rodríguez, 2006, 29). Si por algo se va a caracterizar la ritualidad desplegada en el interior de esas estructuras monumentales, es porque en su interior se desplegaron por igual cremaciones junto a inhumaciones (Vaquerizo Gil, 2010, 265). Entre las tierras de relleno y fondo de la fosas se encontró un importante conjunto de terracotas . Entre los modelos existentes destacan los bustos femeninos, fechados en el último cuarto del siglo I d. C. para llegar hasta el III d. C. (Schattner, 2003a, 201). La gran profusión de figurillas en el interior del mausoleo, así como las reducidas dimensiones de los sarcófagos, hacen pensar que parte de sus ocupantes debieron ser individuos infantiles, más concretamente niñas o jóvenes adultas no casadas. Según D. Vaquerizo (2004, 196-ss), este tipo de objetos representaban de manera alegórica su universo de mitos, cuentos y héroes, al tiempo que permitían emular el mundo de los adultos, de ahí que cuando el niño moría de manera inesperada estas piezas le fueran entregadas para poder seguir usándolas en el Más Allá. Tampoco se descarta que simbolizaran la vida rota y la pureza, pues las féminas que los portaban no habían llegado a superar la edad de jugar con figlina.


Finales del siglo I d. C. o inicios del II d. C. para las sepulturas más antiguas. Mediados del siglo II d. C. para el mausoleo y finales de esa centuria para la última tumba.
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