Toggle Navigation
Mapa Inicial
Login
Contacto
Análisis de las Fuentes Literarias de ILITVRGI FORVM IVLIVM
Ir a Fuentes Destacables
Cita de Autor
Liv., 28, 20 (Flamstead & Seymour, Oxford, 1964)
Texto
28. 20. Transfugae Afri, qui tum inter auxilia Romana erant, et oppidanis in ea tuenda unde periculum uidebatur uersis et Romanis subeuntibus qua adire poterant, conspexerunt editissimam urbis partem, quia rupe praealta tegebatur, neque opere ullo munitam et ab defensoribus uacuam. leuium corporum homines et multa exercitatione pernicium, clauos secum ferreos portantes, qua per inaequaliter eminentia rupis poterant scandunt. sicubi nimis arduum et leue saxum occurrebat, clauos per modica interualla figentes cum uelut gradus fecissent, primi insequentes extrahentes manu, postremi subleuantes eos qui prae se irent, in summum euadunt. inde decurrunt cum clamore in urbem iam captam ab Romanis. tum uero apparuit ab ira et ab odio urbem oppugnatam esse. nemo capiendi uiuos, nemo patentibus ad direptionem omnibus praedae memor est; trucidant inermes iuxta atque armatos, feminas pariter ac uiros; usque ad infantium caedem ira crudelis peruenit. ignem deinde tectis iniciunt ac diruunt quae incendio absumi nequeunt; adeo uestigia quoque urbis exstinguere ac delere memoriam hostium sedis cordi est. Castulonem inde Scipio exercitum ducit, quam urbem non Hispani modo conuenae sed Punici etiam exercitus ex dissipata passim fuga reliquiae tutabantur. sed aduentum Scipionis praeuenerat fama cladis Iliturgitanorum terrorque inde ac desperatio inuaserat; et in diuersis causis cum sibi quisque consultum sine alterius respectu uellet, primo tacita suspicio, deinde aperta discordia secessionem inter Carthaginienses atque Hispanos fecit. his Cerdubelus propalam deditionis auctor, Himilco Punicis auxiliaribus praeerat; quos urbemque clam fide accepta Cerdubelus Romano prodit. mitior ea uictoria fuit; nec tantundem noxae admissum erat et aliquantum irae lenierat uoluntaria deditio.
Traducción
28. 20. Los desertores africanos que entonces militaban entre las tropas auxiliares romanas, mientras los habitantes se dedicaban a defender aquellos puntos donde parecía que había peligro y los romanos subían al asalto por donde podían, vieron que la parte más elevada de la ciudad no tenía fortificación ninguna y estaba desprovista de defensores porque estaba protegida por una roca muy alta. Hombres ligeros de peso y rápidos debido al mucho ejercicio, provistos de clavos de hierro, escalaron la roca por donde lo permitían sus salientes y desigualdades. Si en algún punto encontraban demasiado vertical y lisa la roca, hincaban los clavos a cortos intervalos formando una especie de escalones, y alzando a mano los primeros a los que iban detrás y aupando los últimos a los que les precedían llegaron a la cima. Desde allí bajaron gritando y corriendo hacia la ciudad tomada ya por los romanos. Entonces sí que quedó patente que el ataque a la ciudad era debido a la rabia y el odio. Nadie pensó en coger prisioneros, nadie pensó en el botín a pesar de que todo se ofrecía al saqueo; degollaron indiscriminadamente a los que tenían armas y a los que estaban desarmados, a las mujeres y a los hombres; en su airada crueldad llegaron a dar muerte a los niños de corta edad. Después prendieron fuego a las casas y arrasaron lo que no podía ser consumido por las llamas, tales ansias tenían de borrar incluso las huellas de la ciudad y hacer desaparecer el recuerdo del lugar donde residían sus enemigos. A continuación, Escipión marchó a Cástulo con su ejército; defendían esta ciudad tanto fugitivos hispanos como supervivientes del ejército cartaginés reagrupados tras una huida en desbandada. Pero la llegada de Escipión venía precedida de la derrota de los iliturgitanos, a raíz de la cual había cundido el pánico y la desesperación. Como además los intereses eran encontrados y cada uno quería mirar por sí y desentenderse del otro, primero una desconfianza tácita y después una discordia manifiesta provocó la escisión entre cartagineses e hispanos. En éstos mandaba Cerdubelo, decidido partidario de la capitulación, y en los auxiliares cartagineses mandaba Himilcón; Cerdubelo entregó a los romanos a éste y sus tropas junto con la ciudad, después de recibir garantía en secreto. En esta victoria hubo mayor clemencia, pues la falta cometida no era tan grave, y por otra parte la entrega voluntaria había aplacado un tanto las iras. (Trad. J. A, VILLAR VIDAL, Gredos)
Documentación Gráfica
Ir a Fuentes Destacbles