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Necropolis de ORIPPO
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Ciudad
Síntesis Funeraria
Las labores arqueológicas desarrolladas en la ciudad de Orippo, hasta la actualidad, han permitido identificar la existencia de un amplio sector funerario ubicado entre lo que se conoce hoy como la Torre de Los Herberos y la calle Guadaira del actual polígono de la Carretera de la Isla. Las primeras evidencias funerarias, obviando las escultóricas, comenzaron aflorar de manera fortuita a finales de la década de los 70. Dado su carácter monumental se decidió, por parte del Museo Provincial de Sevilla, poner en marcha un proyecto general de investigación, durante el transcurro del cual, además de documentarse otros sectores pertenecientes al trazado urbano de la ciudad, se llegaron a contabilizar más de sesenta tumbas a lo largo de la Avenida de Guadaira, datadas a grosso modo, entre los siglos I d. C. y VII d. C. (Guerrero Misa, 1996, 185, 188). A ellas vinieron a sumarse, las evidencias funerarias localizadas en las proximidades de la Torre Medieval antes mencionada, relacionadas con un posible recinto funerario (Bendala y Pellicer, 1977). Ya en fechas más recientes, la continuación de las actividades arqueológicas en el entorno de la atalaya logró documentar un total de diez enterramientos más, ocho de ellos pertenecientes a cremaciones y dos a inhumaciones, todos ellos distribuidos tanto al interior como al exterior de un segundo recinto funerario (Martín y Martínez, 1995, 688). Con posterioridad, una segunda fase de excavación vino a engrosar el número de sepulturas con tres nuevas incineraciones bajo cubierta de tégulas a doble vertiente (Martínez Peñarroya, 1997, 669). En función de los datos aportados por todas estas intervenciones, y aun cuando no se ha precisado un desarrollo cronológico para esta área sepulcral por parte de sus diferentes investigadores, creemos que en esta necrópolis pudieron darse varias fases: La primera de ellas, más arcaica, englobaría además de las piezas escultóricas, uno de los recintos funerarios documentados y las incineraciones practicadas en el interior de urnas, cuyos ajuares, con una fuerte carga cultural previa, bien pueden llevarnos a un momento inicial de ocupación de esta necrópolis fechado, como bien ha apuntado D. Vaquerizo (2010, 224), hacia el cambio de Era. Le sucedería un segundo episodio representado a partir de la construcción de un nuevo recinto, por cuyas características funcionales y lógica evolutiva, pensamos que debió ser construido a inicios del II d. C., cuando esta tipología pasó a ser concebida como un monumento en sí mismo destinado a ensalzar las virtudes del personaje sepultado en su interior, y no como un espacio comunitario de enterramiento. A partir de este momento se impondrán las incineraciones bajo cubierta de tégulas, con menajes en los que podemos apreciar un cierto avance hacia la normalización del funus. A este respecto, aunque seguirán introduciéndose piezas de carácter personal como parte del menaje, comienza a darse un cierto predominio de los ungüentarios como elemento ritual más difundido entre las poblaciones locales. Tras este periodo, las evidencias se limitan a enterramientos aislados que van desde momentos bajoimperiales hasta la tardoantigüedad. A nivel tipológico, el hallazgo de restos escultóricos de época republicana hace pensar que esta necrópolis experimentó un importante desarrollo arquitectónico hacia el Cambio de Era, donde siguiendo la tónica general vista para otros municipios, la llegada de contingentes itálicos supuso una drástica transformación de sus áreas sepulcrales. Los elementos recuperados en 1928 se corresponden con una pareja sedente, tallada a una escala algo inferior a la real en piedra caliza, y un capitel de tipo jonio (Camacho, 2009, 149). Sus características estilísticas y formales apuntan hacia la existencia en la zona de un monumento tipo edícola, similar a los documentados en ciudades como Aquileia, Sarsina o Pompeya. Se trata de una posibilidad que cobra especialmente sentido si tenemos en cuenta que las noticias trasmitidas hablan de otros hallazgos escultóricos en las proximidades, concretamente una estatua de un togado y un relieve de la Loba Capitolina amamantando a Rómulo y Remo (Camacho, 2009, 150), que pese a encontrarse perdidos actualmente, estarían indicando la probable existencia de una vía sepulcral monopolizada por estructuras funerarias monumentales. Otras tipologías sepulcrales constatadas son los recintos funerarios. El primero de ellos, localizado de manera relativamente próxima a la torre medieval, aún conservaba intacto parte de su trazado en el momento de su excavación. Presenta una cimentación de ímbrices dispuestos verticalmente, con una parte aérea levantada a base de hiladas regulares de tégulas, y mampostería (Bendala y Pellicer, 1977, 327, Fernández et al., 1997, 51). Al igual que otras construcciones funerarias de similares características, en este recinto o acotado se puede advertir la presencia de espacios diferenciales, separados físicamente entre sí a través de un muro de piedras irregulares. A partir de esta estructuración se identifican claramente dos zonas, la norte destinada a varios loculii separados por tégulas, reservados para cremaciones en urnas de vidrio protegidas por cajas de plomo (Bendala y Pellicer, 1977, 329), y la sur, donde además de localizarse un loculi individual de idénticas características a los anteriores, se halló una paradigmática vinculación ritual entre un pozo de agua y un ustrinum (Bendala y Pellicer, 1977, 327; Fernández et al., 1997, 51). Para la segunda de estas estructuras las descripciones son mucho más imprecisas. En ellas se recoge que poseyó una cimentación de fragmentos cerámicos de planta cuadrangular de 3m de anchura (Martín y Martínez, 1995, 693). En su interior se pudo documentar una inhumación bajo cubierta de tégulas ocupando lo que sería la mitad Este del recinto , quedando la Oeste vacía, tal vez a la espera de un segundo enterramiento, o bien para la deposición de ofrendas (Martín y Martínez, 1994, 145). El conjunto se complementa con una tapia exterior de menor entidad destinada a delimitar su espacio de servidumbre (Martínez Peñarroya, 1997, 669), muy posiblemente relacionada con el considerable número de enterramientos que aparecieron distribuidos por su extremo norte y sur, y que podrían estar marcando el trazado de posibles vías funerarias secundarias (Martín y Martínez, 1994, 145 y 1995, 688). En cuanto a las sepulturas más simples de época altoimperial, las tipologías constatadas se limitan a tres: - El modelo mayoritario de esta necrópolis lo representa la urna cerámica, normalmente una olla de grandes dimensiones depositada directamente sobre el firme, en ocasiones protegida en sus laterales y cubierta mediante la colocación de varias tégulas. De manera ocasional también pudieron emplearse urnas de vidrio envueltas por una funda de plomo, además de por la susodicha estructura (Martín y Martínez, 1995, 698-ss: Fernández et al., 1997, 64).). - Tampoco faltaron en este espacio sepulcral cremaciones depositadas en el firme, cubiertas directamente por una o dos tejas dispuestas en horizontal, de manera muy esporádica con suelo construido (Martín y Martínez, 1994, 145 y 1995, 699). - En una sola ocasión aparece un tercer modelo definido como una caja de ladrillos bipedales dispuestos de forma escalonada, con cubierta del mismo material dispuesta de manera retranqueada con respecto a los muros que configuran la estructura (Fernández et al., 1997,64). - Enterramiento en sarcófago labrado de piedra caliza, bajo cubierta de grandes sillares paralelípedos (Guerrero Misa, 1996, 185, Fernández et al., 1997, 55). - El sistema arbitrado para conformar las sepulturas de inhumación mayoritariamente, aunque también para alguna cremación, se basó en el modelo más difundido a lo largo de todo el Imperio Romano; las cubiertas a doble vertiente o a la capuchina obtenidas mediante la colocación de uno o varios pares de tégulas dispuestas en vertical (Martín y Martínez, 1994, 145). Para momentos bajoimperiales y tardíos, las tipologías detectadas han sido seis, siendo su principal característica la combinación de diversos materiales constructivos reaprovechados de otras construcciones anteriores: -Sepulturas de tendencia rectangular construida mediante hiladas de ladrillos, cerradas en sus lados menores bien con piezas de este mismo material o tégulas dispuestas en vertical. Para las cubiertas se arbitró un doble sistema de cierre, con un primer nivel conformado por una hilera de tégulas dispuesta en horizontal, seguido por un segundo de ladrillos. En su interior se depositaron tanto niños como adultos (Guerrero Misa, 1996, 187-ss.; Fernández et al., 1997, 73-ss). - Una variante del modelo anterior reside en la conjunción de hasta un total de cuatro cubiertas: la primera de tégulas dispuestas en vertical; la segunda, un conglomerado de mampostería y argamasa; la tercera, tres hiladas de ladrillos, y la cuarta y última, cuatro tégulas dispuestas en horizontal (Fernández et al., 1997, 89) -Enterramientos en ánfora para los individuos infantiles (un total de 16). Generalmente aparecieron fracturadas a la altura de los hombros, aunque no faltan ejemplares abiertos por su base o en sentido longitudinal (Fernández et al., 1997, 69, 79). De los veintiún niños exhumados, once tenían menos de un año, siendo los diez restante infantiles con edades comprendidas entre los uno y diez años (Guerrero Misa, 1996, 187-ss). - Enterramientos bajo cubierta de tégulas dispuestas a doble vertiente, con cuerpos que pudieron estar conformados por juegos de cuatro o seis piezas. Sus lados cortos fueron tapados también por tégulas dispuestas en vertical, mientras que sus juntas superiores lo fueron por ímbrices. Se emplearon tanto para inhumaciones adultas como infantiles (Guerrero Misa, 1996, 187-ss, Fernández et al., 1997, 73-ss). - Inhumaciones practicadas directamente en una fosa practicada en la tierra (Guerrero Misa, 1996, 187-ss; Fernández et al., 1997, 63) - Inhumaciones en fosa con cubierta horizontal de tégulas (Fernández et al., 1997, 63). Entre los modelos pseudo-monumentales se constatan dos ejemplares: -Enterramientos en cupae. Construcción de materiales constructivos y argamasa de forma semicilíndrica, levantada sobre una fosa revestida de ladrillos. El ejemplar documentado contenía en su interior un sarcófago de plomo, un espejo de bronce y diez monedas, que en conjunto permiten datar la sepultura en el siglo IV d. C. (Guerrero Misa, 1996, 188, Fernández et al., 1997, 48, 95; Bendala y Pellicer, 1977, 330; Alcazar y Mantero, 1992). -Enterramiento bajo bóveda de cañón de época altoimperial. Se compone en su parte inferior por una estructura cuadrangular de ladrillos, cubierta por una capa de tégulas. La parte aérea estuvo conformada por una bóveda de cañón de aproximadamente unos 80cm, bajo la cual se articularon dos fosas de incineración. Toda la estructura reposa sobre un suelo de opus signinum en cuyo centro fue practicada la fosa, delimitada por una gruesa moldura de media caña construida por ladrillos colocados en vertical (Fernández et al., 1997, 75). La ritualidad detectada en esta necrópolis para momentos altoimperiales se caracteriza por un fuerte apego por las piezas de carácter personal en detrimento de las rituales, a lo que se une la total ausencia de formas de terra sigillata. Entre los elementos que formaron parte del ajuar funerario de estos individuos destaca la presencia de algún elemento de orfebrería y uso personal, entre los que se encuentran una caja de madera con accesorios de bronce, dos espejos y varias agujas de bronce, acus crinales, zarcillos, algunos anillos de bronce y otro de ámbar, en este último caso con restos de pasta vítrea donde debió ir engarzado el sello. Tampoco faltan elementos de uso profesional como un cuchillo de hierro (Martín y Martínez, 1995, 692-ss, Guerrero Misa 1996, 189), o las piezas recuperadas de la característica tumba bajo cubierta de bóveda, entre las que se identifican dos morteros de piedra con sus almireces o moledores en forma de dedo, dos pequeñas ollas de vidrio, un vaso decorado con ruedecillas, tres ungüentarios de diversas formas, dos husos de huesos, un pequeño cilindro de bronce, un alambique, una especie de palangana de bronce, y con un carácter supersticioso dos veneras de bronce, posible reflejo del desempeño de la medicina o farmacopea del personaje sepultado en el interior (Romero y Escudero, 1989, 20). Pero destacando por encima de todas estas piezas, por sus connotaciones culturales, se recuperó un colgante de oro batido con la representación a punzón de la diosa oriental Tanit. Como complemento de este repertorio, pero con una presencia ocasional, fueron recuperadas algunas piezas rituales, concretamente un pequeño vaso de cerámica común, y elementos profilácticos tan característico del funus romano como son la moneda, representada a través de un ejemplar ibérico, una de bronce frustra y varias de Vespasiano (69-76), Adriano (117-138), Antonino Pío (138-161) y Marco Aurelio (161-180) (Martín y Martínez, 1994, 146 y 1995, 692-ss; Guerrero Misa, 1996, 188-ss; Fernández et al, 1997, 64, 96), y los ostiones de bronce presentes en las tumba bajo cubierta de arco de medio cañón (Romero y Escudero, 1989, 20) Ahora bien, de entre todas las posibles piezas empleadas por el funus una vez comienza a normalizarse, en el caso de Orippo, como en el de muchas otras ciudades de este extremo occidental de la Bética, destacó el ungüentario. A diferencia de otras piezas de cerámica, con representación escasa, o nula, como la terra sigillata, este objeto de vidrio aparece con relativa frecuencia, especialmente a finales del siglo I d. C. inicios del II d. C. A esta característica asociación de piezas se une el ritual detectado en el interior de una de las urnas. Entre las cenizas de la cremación se recuperaron los restos óseos de una posible paloma, introducida según sus investigadores como posible ofrenda al difunto (Martín y Martínez, 1995, 693), aun cuando es más probable que fuera incorporada al ritual en función de su significado como animal psicopompo, a través del cual se favorecía la ascensión del alma desde el mundo de ultratumba al cielo. Una evidencia ritual de enorme trascendencia por la información que ofrece para el conocimiento del funus lo aporta la tumba número 22. De manera inusual, se ha conservado en muy buen estado de conservación un ungüentario de vidrio in situ sobre uno de los laterales de la tumba, aun cuando por los fragmentos recuperados se sabe que debió de haber más de una pieza de estas características. Junto a ellos se recuperó un clavo de bronce y otro de hierro (Fernández et al., 1997, 64), lo cual está hablando de la celebración de rituales en el entorno de la tumba con posterioridad a la deposición. Por su parte, para momentos bajoimperiales y tardíos lo que se aprecia es una característica reducción del número de elementos incluidos en el ajuar, entre los que predominan los objetos personales como los brazaletes de bronce y las cuentas de pasta vítrea de varios colores hallados en el interior de una inhumación femenina (Fernández et al., 1997, 71), la cadeneta de bronce con cuentas engarzadas de uno de los enterramientos infantiles en ánfora, el colgante en forma de gota de agua de color amarillento perteneciente también a un párvulo (Fernández et al., 1997, 89), un zarcillo recuperado de una sepultura infantil (Fernández et al., 1997, 89), o el espejo recuperado del interior del primer ataúd de plomo (Guerrero y Ventura, 1984, 17). La lista continúa con dos anillos de bronce, uno de ellos aun localizado en la falange del sepultado, y el otro, con una decoración incisa de un pez y una espiga en su óvalo, un zarcillo de plata (Fernández et al., 1997, 91), y una hebilla de cinturón propia de momentos tardoantiguos recogida en superficie (Guerrero Ventura, 1984, 17, Fernández et al., 1997, 102). No faltan elementos de uso profesional, caso de un cuchillo de hierro empleado en la castración de animales (Fernández et al., 1997, 91), o varias agujas de broce relacionadas con la presencia de tejedores y esparteros. A estos elementos se unen las típicas piezas rituales, con un plato tapadera para momentos bajoimperiales (Fernández et al, 1997, 81), un cuenco de cerámica común (Fernández et al., 1997, 89), o los jarros monoansados (Guerrero Ventura, 1984, 17), que tanto caracterizarían a la cultura hispanovisigoda de época tardía, a los que se unen de manera eventual varias monedas , una de Maximiano (285-305 d. C.) (Fernández et al., 1997, 81, 96), y diez, en el enterramiento en cupae, pertenecientes a Valentiniano II (375-392), Graciano (367-383), Magencio (350-353), Teodosio (379-395) y Honorio (395-423) (Guerrero y Ventura, 1984, 17; Guerrero Misa, 1996, 188-ss.). Otro punto a tener en cuenta sobre la ritualidad del momento es la orientación de todas las tumbas siguiendo la orientación Este-Oeste, con la cabeza mirando a Poniente (Fernández et al., 1997, 95). En definitiva, al igual que en otras muchas necrópolis, es posible apreciar la ritualidad propia para estos momentos, no obstante, es imposible precisar, dada la parquedad de las evidencias rituales del siglo II d. C., si esta evolución se produjo desde un funus normalizado con predominio de piezas rituales, o si por el contrario, esta necrópolis mantuvo una línea ritual sin amplias variaciones a lo largo de todos los siglos de dominación romana. Nada sabemos sobre la distribución topográfica de la necrópolis para momentos altoimperiales, no obstante, la distribución de las sepulturas más tardías resulta de sumo interés de cara al conocimiento de la organización interna de esta área sepulcral. Así, según L. J. Guerrero (1996, 189), las tumbas más pobre aparecen densamente instaladas en zonas próximas a la ciudad, llegando a superponerse unas encimas de otras, e incluso, sobre estructuras sepulcrales ya amortizadas del siglo II d. C. Sin embargo, las tumbas más suntuosas, se localizan en los extremos más alejados, por norma general enterrados en sarcófagos de plomo o en el interior de las cajas de ladrillos. Igualmente del relato de la publicación existente de 1997 (Fernández et al., 1997, 94), se puede extraer como conclusión, que los enterramientos infantiles en ánfora, contaron con un espacio reservado exclusivamente para ellos, cumpliendo así el protocolo preestablecido para momentos bajoimperiales.
Monumentos
Posible monumento tipo edícola , recintos funerarios
Tipologías Sepulcrales no Monumentales
Enterramientos en urnas de vidrio y cerámica dentro de cajas de tégulas, Enterramientos bajo fragmentos de tejas, Enterramiento bajo cubierta de tégulas a doble vertiente, Enterramientos en cupae, Enterramientos bajo bóveda de cañón (desciende 2º nivel), Enterramientos en cajas de ladrillos, Enterramientos en ánforas, Enterramientos en fosa y Enterramientos bajo cubierta de tégulas en horizontal
Ajuares
Ajuares personales (joyas y elementos de uso personal) y rituales (fundamentalmente ungüentarios) y profilácticos (monedas) para momentos altoimperiales. En época bajoimperial elementos de adorno personal, (colgantes, cuentas de pasta vítrea, anillos) profesional, y de manera ocasional rituales y profilácticos (monedas)
Enterramientos Singulares
Enterramiento bajo cubierta de medio cañón Recinto o acotado de tégulas
Enterramientos Singulares Nivel II (2)
Escultura Funeraria
Sí. Matrimonio sedente
Epigrafía Funeraria
Entre los materiales de acarreo recuperados en una de las estructuras próxima a la necrópolis se halló un fragmento de epígrafe funerario romano (Martínez Peñarroya, 1997, 667, Fernández Gómez, 1997, 67).
Estudios Antropológicos
Sólo fueron realizados para los enterramientos tardíos de esta necrópolis, detectándose un total de ocho mujeres adultas, dieciséis hombres y veintiún infantil-neonatos (de ellos 11 no llegaron a alcanzar el año de vida, mientras que diez tenían edades comprendidas entre 1 y 14). Las patologías detectadas muestran acusados procesos de artrosis y caries dentales (Guerrero Misa, 1996, 190; Fernández Gómez, 1997, 230).
Cronología de la Necrópolis
Según los datos obtenidos, la necrópolis puede ser fechada entre el Cambio de Era y el siglo VII d. C.
Repertorio de Consulta
- Alcazar, J. y Mantero, A. (1992), “La antropología física aplicada a las incineraciones humanas. La tumba romana de Orippo, Sevilla”, Spal, 1, 345-352. - Bendala, M. y Pellicer, M. (1977), “Nuevos hallazgos en el solar de la antigua Orippo (Dos Hermanas, Sevilla)”, Habis, 8, 321-330. - Camacho Moreno, M. (2009), “El matrimonio sedente de Orippo”, mus-A. Miscelánea Jurídica para Museos, 11, 149-153. - Fernández Gómez, F. (1997), Orippo en la antigüedad: las excavaciones arqueológicas de 1979 a 1983. Ayuntamiento de Dos Hermanas, Dos Hermanas. - Guerrero Misa, L. J. (1996), “La necrópolis romana de Orippo (Dos Hermanas, Sevilla”, Revista de Feria, 184-190. - Guerrero, L.J. y Ventura, J.J. (1984), “Breve resumen de las excavaciones arqueológicas en Orippo (1977-1983)”, Revista de Feria, 16-17. - Martín, P. y Martínez, J. (1994), “Excavaciones arqueológicas en Orippo”, Revista de Feria, 142-146 (1995), "Memoria de la actuación realizada en la Zona de Interés Arqueológico de Orippo, Polígono Industrial (Carretera de la Isla, Dos Hermanas, Sevilla). Fase II. 1992", Anuario Arqueológico de Andalucía, 1992, Vol. III, 685-694. - Martínez Peñarroya, J. (1997), "Avance preliminar de la tercera fase de actuación realizada en el Área de Reserva Arqueológica de la ciudad hispanorromana de Orippo (Dos Hermanas, Sevilla). 1993)", Anuario Arqueológico de Andalucía, 1993, Vol. III, 667-669. - Romero, C. y Escudero, J. (1989), "La tumba romana de Orippo. Dos Hermanas (Sevilla)", (Romero, C. et al. eds.), Encuentro con la Historia, ENAGAS, Madrid.
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