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Análisis de las Fuentes Literarias de AVRGI
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Cita de Autor
Liv. 28, 3 Carolvs Flamstead Walters et Robertvs Seymour Conway, T. Livi Ab Vrbe Condita, Tomvs III, Oxford,1991
Texto
Scipio ubi animaduertit dissipatum passim bellum, et circumferre ad singulas urbes arma diutini magis quam magni esse operis, retro uertit iter. Ne tamen hostibus eam relinqueret regionem, L. Scipionem fratrem cum decem milibus peditum, mille equitum ad oppugnandam opulentissimam in iis locis urbem -Orongin barbari appellabant- mittit. Sita in Maesessum finibus est, Hispanae gentis; ager frugifer; argentum etiam incolae fodiunt. Ea arx fuerat Hasdrubali ad excursiones circa mediterraneos populos faciendas. Scipio castris prope urbem positis, priusquam circumuallaret urbem misit ad portas qui ex propinquo adloquio animos temptarent suaderentque ut amicitiam potius quam uim experirentur Romanorum. Vbi nihil pacati respondebatur, fossa duplicique uallo circumdata urbe in tres partes exercitum diuidit ut una semper pars quietis interim duabus oppugnaret. Prima pars cum adorta ┼oppugnare est,┼ atrox sane et anceps proelium fuit; non subire, non scalas ferre ad muros prae incidentibus telis facile erat ; etiam qui erexerant ad murum scalas, alii furcis ad id ipsum factis detrudebantur, in alios lupi superne ferrei iniecti ut in periculo essent ne suspensi in murum extraherentur. Quod ubi animaduertit Scipio nimia paucitate suorum exaequatum certamen esse et iam eo superare hostem quod ex muro pugnaret, duabus simul partibus prima recepta urbem est adgressus. Quae res tantum pauoris iniecit fessis iam cum primis pugnando, ut et oppidani moenia repentina fuga desererent et Punicum praesidium metu ne prodita urbs esset relictis stationibus in unum se conligeret. Timor inde oppidanos incessit ne, si hostis urbem intrasset, sine discrimine Poenus an Hispanus esset obuii passim caederentur ; itaque patefacta repente porta frequentes ex oppido sese eiecerunt, scuta prae se tenentes ne tela procul conicerentur, dextras nudas ostentantes ut gladios abiecisse appareret. Id utrum parum ex interuallo sit conspectum an dolus aliquis suspectus fuerit incompertum est ; impetus hostilis in transfugas factus, nec secus quam aduersa acies caesi ; eademque porta signa infesta urbi inlata. Et aliis partibus securibus dolabrisque caedebantur portae et refringebantur, et ut quisque intrauerat eques, ad forum occupandum—ita enim praeceptum erat—citato equo pergebat. Additum erat et triariorum equiti praesidium; legionarii ceteras partes urbis peruadunt. Direptione et caede obuiorum, nisi qui armis se tuebantur, abstinuerunt. Carthaginienses omnes in custodiam dati sunt, oppidanorum quoque trecenti ferme qui clauserant portas ; ceteris traditum oppidum, suae redditae res. Cecidere in urbis eius oppugnatione hostium duo milia ferme, Romanorum haud amplius nonaginta.
Traducción
Cuando Escipión cayó en la cuenta de que la guerra se fragmentaba en diversos frentes y que llevar la ofensiva a cada una de las ciudades era una tarea no laboriosa pero sí larga, emprendió el camino de vuelta. Con todo, para no dejarle aquella zona al enemigo envió a su hermano Lucio Escipión con diez mil hombres de infantería y mil de caballería a atacar la ciudad más rica de aquella comarca —Orongis la llamaban los bárbaros—. Está situada en el territorio de los meseses, rama de los bastetanos; su suelo es fértil; sus habitantes, además, tienen minas de plata. Había sido la fortaleza desde la que Asdrúbal hacia incursiones a los pueblos del interior. Escipión acampó cerca de la ciudad y antes de circunvalarla envió hombres a sus puertas para que entraran en conversación con sus habitantes, sondearan sus sentimientos y les aconsejaran que experimentasen la amistad antes que la fuerza de los romanos. Como la respuesta no fue nada amistosa, rodeó la ciudad de foso y doble empalizada y dividió el ejército en tres cuerpos, a fin de que hubiese siempre uno al ataque mientras dos descansaban. Cuando el primer cuerpo inició el ataque hubo una lucha terrible pero de resultado incierto: no resultaba fácil acercarse a los muros ni aplicar escalas debido a los proyectiles que caían; incluso si alguien conseguía enganchar las escalas al muro era derribado con horcas construidas al efecto o, desde arriba, le echaban encima garfios de hierro de forma que corrían peligro de ser levantados en vilo hasta lo alto del muro. Cuando Escipión se dio cuenta de que la lucha estaba igualada a pesar del reducido número de los suyos y que la ventaja del enemigo radicaba en estar combatiendo desde lo alto de la muralla, retiró la primera sección y atacó la ciudad con las otras dos simultáneamente. Esto provocó tal pánico entre los sitiados, agotados ya de luchar contra los anteriores, que los habitantes de la plaza huyeron de repente abandonando las murallas, y la guarnición cartaginesa, temiendo que la ciudad hubiese sido rendida a traición, abandonó sus puestos y se concentró en un solo punto. Después, los habitantes cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente. Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y mostrando desnudas las diestras para que se viera bien que habían arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad. Mientras tanto, en otros puntos se destrozaban y echaban abajo las puertas con hachas y dolabras y, a medida que iban entrando los jinetes, se dirigían a galope a ocupar el foro, pues ésas eran las órdenes recibidas; a la caballería se había sumado también un cuerpo de triarios; los legionarios invadieron los restantes puntos de la ciudad. Se abstuvieron de saquear y de matar a los que encontraban, salvo si ofrecían resistencia armada. Fueron puestos bajo custodia todos los cartagineses y también los cerca de trescientos habitantes de la plaza que habían cerrado las puertas; a los demás les fue entregada la ciudad y devueltos sus bienes. En el asalto de aquella ciudad cayeron cerca de dos mil enemigos y no más de noventa romanos. (Trad. J. A. Villar Vidal, Gredos)
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